viernes, 1 de agosto de 2025

Sanación emocional y vínculo con la madre

 



Trabajamos desde conceptos universales y arquetipos que cada uno de nosotros irá adaptando a su propio ser. 

Hablamos de la Diosa, la gran señora, la madre espiritual de todos los seres, para referirnos a la representación de la energía femenina contenedora, sanadora, maternal, intuitiva, emocional y material que trabajamos a través de los elementos agua (emoción) y tierra (cuerpo y materia) de nuestro altar casero.

Agua es la emoción, es la copa de nuestro altar, es el útero, es la sanación emocional, la ternura, la compasión, el amor incondicional, la autoestima positiva,  la gratitud y la alegría de vivir.

Tierra es el cuerpo y la materia, en nuestro altar es el pentáculo, las flores, los frutos, las semillas, los cuarzos. Tierra es la sanación física y la salud, la fertilidad, la belleza, la abundancia, la capacidad de multiplicar, el disfrutar los placeres de la vida sin caer en los excesos y adicciones. Tierra es el vínculo saludable y de cuidado de nuestro cuerpo.

De nuestra madre terrenal heredamos:
- La abundancia y capacidad de multiplicar la materia
- La gratitud por estar vivos y la alegría de vivir
- Una autoimagen y autoestima positiva
- La calidez para amar
- El don de sanarnos a nosotros mismos y a otros
- El habitar el hogar desde la calma, la paz, la calidez y el refugio 
- La nutrición y relación saludable con los alimentos
- El habitar mi cuerpo desde un placer por la vida y moderación en donde puedo disfrutar sin caer en excesos ni adicciones. 
- El aprender a refugiarnos en la soledad y la calma cuando necesitamos descanso.

Esto no se trata de asignar culpas. Si no de entender como se heredan y traspasan de generación en generación discursos, creencias y prácticas familiares limitantes. Ejemplos de creencias limitantes:
- "Si estás sentado en paz, haciendo nada: estás perdiendo el tiempo".
- "No necesito a un hombre para ser feliz: yo puedo sola".
- "Yo no busco amor, no necesito amor, no tengo tiempo para eso".
- "Todos los hombres son iguales". 
- "Yo soy una mujer fuerte y no necesito ayuda"
- "Aprendí a no llorar porque eso no soluciona nada"
- "Llorar es una señal de debilidad y no necesito que mis hijos me vean así".
- "Yo a mis hijos les doy todo lo que necesitan, tienen techo, casa, comida. Eso es lo que más importa. Es más vital trabajar porque ellos no se pueden comer un abrazo".
- "No eres suficiente, no haces nada bien, no creo que vayas a lograrlo"
- "La vida es una tragedia, es tan injusta, si no pasa una cosa, pasa otra".
- "En esta casa siempre falta. La plata se nos hace nada"
- "El sexo es tan sucio. No hablemos de eso"
- "Esconde tu cuerpo. Ten pudor y vergüenza"
- "Que va a decir la gente"
- "No creo que seas capaz de hacerlo o lograrlo"

Crecemos en un hogar que está definido por una cultura familiar que tiene: prejuicios y creencias basados en experiencias dolorosas. Muchas veces las adoptamos creyendo que son verdades incuestionables.  Así las vamos heredando, traspasando, entregando a quienes amamos sin darnos cuenta. Hemos crecido y nos hemos formado en ellas y por eso: nos parecen normales. Las declaraciones diarias de nuestros padres son hechos que van configurando la vida en el hogar y que van promoviendo carencia o abundancia, gratitud o insatisfacción, sanación o dolor, amor cálido o fría distancia. Como niños simplemente asumimos que así es la vida. Es cuando crecemos que nos damos cuenta que habían discursos familiares que estaban errados y que debemos superar. Nuestra felicidad depende de solar y liberarnos de discursos limitantes que no nos dejan desarrollar nuestro potencial.

Nuevamente entendamos: no se trata de asignar culpas a nuestros padres y abuelos. Sino de entender que hay redes de sentido que se tejen en familia y se heredan como cultura familiar. A cada generación le toca resignificar y volver a entender procesos desde otros significados más sanos y actuales. No es fácil porque requiere distancia y convertirse temporalmente en una oveja negra que toma un camino diferente al promovido por la tradición familiar. Pero el tiempo da la razón: porque desbloqueas abundancia, sanación, paz, alegría, y eres una prueba vida de decisiones saludables. Al final: es tu propia vida la que será el testimonio de tu sanación, autoconocimiento y libertad. Ni siquiera tienes que discutir para defender tus elecciones ni postura. Discutir es sólo una fuga de energía que necesitas para sanar y crear la vida plena que mereces. 

Cuando te encuentres en una situación de insatisfacción, carencia, dolor emocional o desconexión con tu cuerpo y sus necesidades: recuerda tu infancia. ¿te enseñó tu madre sobre gratitud, abundancia, a amarte a ti mismo, a aceptar lo sagrado y hermoso de tu cuerpo e imagen, a alimentarte desde lo saludable y nutritivo? Es la madre la que nos traspasa estas capacidades a través de la forma en que ella habita en la familia y el hogar. La madre es el amor y sanación en acción. Cuando esto ha fallado el origen no es tu madre sino que su crianza, la crianza de tu abuela, la de tu bisabuela. En algún momento en tu linaje femenino se levanto desde el dolor una mujer fuerte, distante y fría que debió sobrevivir a lo imposible. El costo de sobrevivir fue el hielo de la emoción y la desconexión con el cuerpo. Ahí  hay una historia de dolor profundo, tan grande, que traspasó generaciones. No se trata de culpas. Nunca se trata de los culpables sino del dolor que fractura y separa. Eso es lo que sanamos. La sensación de separación, de soledad, de abandono, la negligencia, el hambre, el frío, la violencia, el sin sentido de vivir, al desconexión total hacia los demás y el universo. En algún momento una mujer vivió el máximo abandono y desprotección y habitó en el rechazo hacia el sagrado masculino: el padre que la abandonó, el marido que la maltrató, el hermano que la estafó, el hijo que se alejó. Es un conflicto con lo masculino que se va reproduciendo desde su mismo discurso. "No. No todos los hombres son iguales, pero tu definición sobre los hombres si afecta el tipo de hombres a los que atraes". 
Y no. No quiere decir eres culpable de elegir un marido traicionero. Quiere decir que a través de tu relación de pareja trataste de sanar el abandono de tu padre buscando un hombre con características similares. Es un proceso emocional en que se busca reparación en la repetición. Pero donde tenemos los mismos resultados: el habitar el abandono y validar la hipótesis de que "Todos los hombres son iguales".

Sanar a la madre es sanar también la definición de lo masculino.
Femenino y masculino no están en oposición, sino en complemento y colaboración.
Son energías sagradas que se potencian de forma natural. 
Pero necesitamos sanar y conocernos a nosotros mismos para habitar el sagrado femenino y sagrado masculino desde su plenitud. 

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